martes, 10 de enero de 2012

Robert Brasillach




Es sin ideas preconcebidas como conviene considerar la Cuestión Judía. Muchos de esos que se ocupan han comenzado por una cierta curiosidad de artista, han estado interesados en las costumbres, lo pintoresco, las ideas de este pueblo tan original. Ellos confiesan además a veces que ellos prefieren a los judíos de las viejas comunidades israelitas, a los judíos que se hacen pasar por asimilados. Es cierto, en todo caso, que es imposible, tal como lo creen demasiados liberales, de ser de la jurisdicción de dos naciones, la Judía y la Francesa. Hace falta elegir. Cualquiera que sea la elección, nos entenderemos mejor cuando las ideas estén claras.

Todos los pueblos han sido antisemitas: los romanos, los árabes, las naciones europeas. Todos los regímenes: las Teocracias, las Monarquías, las Repúblicas, los Soviets. Esto es un hecho contra el cual no pueden nada los más poderosos clamores.

Quiérase o no, Francia gobierna 70 millones de hombres blancos, amarillos, negros, musulmanes, conversos, fetichistas, civilizados, bárbaros, que no tienen entre ellos dos ideas comunes. Ellos no tienen dos ideas comunes, pero tienen una: para bien o para mal, ellos no aman a los Judíos. Darles al señor Mandel como ministro de colonias resulta pues como una verdadera provocación.

Lo que tenemos que decir primeramente, es que se habrá dado un gran paso en la senda de la justicia y en el bienestar nacional cuando se haya considerado al pueblo Judío como una minoría étnica, cuando él sea considerado como un pueblo EXTRANJERO. Se puede tener las mejores relaciones del mundo con los extranjeros que viven en nuestro país. Ninguno de nosotros es xenófobo.

En una sociedad bien hecha, no debería ser más molesto el ser un Judío con estatuto en Francia, como ser polaco, un turco, un inglés o un brasileño. Es la asimilación inconsiderada la que causa el antisemitismo.

Para aquellos que nos opondrían ciertos ejemplos admirables de sacrificio judío a la causa francesa, les responderemos muchas cosas. Primero que hubo durante la guerra voluntarios americanos, catalanes, suizos, luxemburgueses, que combatieron por Francia. Ellos no desean en modo alguno gobernarla. Les honramos de todo corazón, les tenemos un infinito reconocimiento. Tenemos un reconocimiento análogo por los soldados judíos caídos por defender la tierra que les abrigaba.

Esto no quiere decir en modo alguno que nosotros debamos ceder esta tierra a sus hermanos de raza. En cuanto a aquellos que han vuelto, muchos son los primeros a proponernos su colaboración para ayudarnos a organizar un estatuto Judío y a expulsar a los revolucionarios.


Fuente: Periodico "Je suis Partout" Articulo "La Question Juive", 15 de abril 1938.



Robert Brasillach


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